El llamado a cambiar la política de movilidad en ciudades y pueblos es cada vez más fuerte, pero no sin resistencia.
Autónomos y empresarios de diversos sectores dan la voz de alarma sobre el rediseño de los centros de las ciudades y las calles comerciales. Cada vez desaparecen más plazas de aparcamiento y, sobre todo en las ciudades donde los partidos verdes están en el poder, no se sienten escuchados. El problema no es sólo en las calles comerciales, sino que también está cada vez más prohibido el paso de coches en las zonas residenciales. Es una realidad que a muchos les resulta difícil de aceptar, especialmente porque el impacto en sus operaciones comerciales diarias puede ser significativo.
En muchas ciudades, el diseño sin coches de la nueva plaza del mercado se elogia como un paso adelante. Las plazas serán más agradables, más accesibles para ciclistas y peatones y tendrán un aspecto más atractivo. Pero el hecho de que estos planes a menudo también signifiquen que los coches estén completamente prohibidos en determinadas calles es demasiado para muchos empresarios. Temen que los clientes ya no puedan llegar a sus tiendas. Lo mismo se aplica a las zonas residenciales donde los coches sólo pueden llegar hasta el límite del barrio, lo que plantea desafíos, especialmente para familias con niños pequeños y personas mayores.
Uno de los argumentos más recurrentes contra los planes sin coches es el efecto sobre la economía local. Muchos minoristas indican que los clientes abandonan si no pueden aparcar fácilmente su coche en la zona. Sin embargo, en respuesta a estas preocupaciones, los partidarios de los planes dicen que la seguridad de los ciclistas y peatones debe ser lo primero. Según ellos, la idea de que los padres puedan llegar en coche hasta la puerta de la escuela está obsoleta. "Debemos centrarnos en un futuro en el que la seguridad y la sostenibilidad sean fundamentales", dicen los políticos. Sin embargo, esta opinión no es compartida por todos.
redes sociales
Sin embargo, el descontento no se limita al ámbito político. En la era de las redes sociales, es más fácil que nunca para los ciudadanos expresar sus opiniones. Los políticos que toman medidas que restringen los automóviles enfrentan cada vez más acoso en línea y duras críticas. El auge del “periodismo ciudadano” juega un papel importante en esto. Es más probable que la gente recurra a sus teléfonos inteligentes para compartir su insatisfacción y presentar a los políticos como culpables. Esta tendencia está creando un tono más endurecido en el debate.
Sobre el papel, la búsqueda de menos automóviles y más movilidad compartida parece una solución simple a los problemas que rodean la sostenibilidad urbana. Sin embargo, la realidad es más compleja. Los llamados 'hubs de movilidad', aparcamientos en las afueras de las ciudades donde confluyen el coche privado, el coche compartido y la logística, podrían en teoría ofrecer una solución. Sin embargo, todavía no está claro si este enfoque realmente produce los resultados deseados en la práctica. Las preocupaciones de los empresarios locales persisten y la pregunta es si se ofrecen suficientes alternativas.
La situación es similar en Flandes y Países Bajos. En Flandes, De Lijn, la empresa de transporte público más importante, está implementando cambios importantes. Más de 3200 paradas de autobús desaparecerán. La situación no es mucho mejor en los Países Bajos. La llamada "pobreza del transporte" está aumentando, especialmente en las zonas rurales. Para muchas personas, el coche ya no es un lujo, sino una pura necesidad. “No se puede simplemente quitar este derecho a la gente”, se oye desde diversos sectores. Por eso, eliminar plazas de aparcamiento sin ofrecer alternativas suficientes genera muchas críticas.
debate sobre movilidad
El debate sobre la movilidad toca varias facetas de la vida diaria. Por un lado, está la importancia económica de la accesibilidad para los empresarios. Sin una buena accesibilidad, muchos temen por la supervivencia de sus negocios. Por otro lado, la seguridad de ciclistas y peatones desempeña un papel cada vez más importante en la política urbana. La pregunta que surge de esto es cómo pueden conciliarse estos intereses. Algunas autoridades intentan encontrar un punto medio, pero sigue siendo un equilibrio delicado.
A pesar de las diferentes perspectivas, parece claro que el actual cambio de movilidad está lejos de terminar. Ya se trate de calles sin coches o de reducción del número de plazas de aparcamiento, cualquier cambio en el paisaje urbano encuentra resistencia. Los empresarios y residentes temen por su libertad y comodidad, mientras que los defensores de los planes señalan la urgente necesidad de hacer que nuestras ciudades sean más sostenibles y seguras. Una solución ya preparada parece lejana por el momento.